Luz de libertad
“Su soledad le acompañaba desde que murió su compañero. Con
él compartió felices momentos y los mejores años de su vida.
La luz de la aurora vistió a
la tierra de un color tibio y violeta. Con los primeros rayos de sol abrió los
ojos y como de costumbre rezó sus oraciones. Agradeció a Dios la posibilidad de
poder disfrutar de un nuevo día. Con mucho trabajo y esfuerzo fue moviendo su
octogenario cuerpo hasta el borde de la cama. Casi todos los días antes de
calzarse volvía su mirada hacia el otro lado y le hablaba:
“Ya falta un día menos para
encontrarnos. Sí, ya sé que quieres que no piense en eso y que viva la vida que
es el regalo más preciado que nos puedan donar. Lo intento cada día ocupando mi
tiempo en todo aquello que abona mi cuerpo y mi espíritu”. Le dio un beso antes
de volverse.
Bajó con cuidado y colocó
sus deformados pies sobre las zapatillas, se puso despacio la bata que dejaba
sobre los pies de la cama y se dirigió al baño. Se aseó. Lo que más le gustaba
era peinarse, aunque cada vez tenía menos movilidad en los brazos, siempre
había tenido buenas manos; de joven sus amigas y vecinas se disputaban la vez
para que les hiciera un bonito peinado.
Cogió la muleta, su amiga
inseparable desde que la visitaron aquellos dolores y la inestabilidad le iba
ganando terreno, y se dirigió a la cocina. Preparó el desayuno, tenía que darse
prisa, hoy tocaba la visita al médico a las 10:30. Había pedido la cita por
teléfono, menos mal que se habían inventado aquellos aparatos para evitar
algunas salidas innecesarias. Tocaba revisión y renovar las pastillas que
tomaba para paliar en cierta forma los agudos dolores de huesos, gracias a Dios
no padecía ninguna enfermedad grave a pesar de sus años.
Terminó de recoger la
cocina, se metió en la ducha para poder empaparse de litros de fuerza y salió
de su casa al ritmo que le permitían sus piernas.
Cuando llegó a la consulta,
su médico la saludó efusivamente, siempre la trataba con cariño.
_ ¿Qué tal María? ¿Cómo se
encuentra?
_ Bien, atareada, como
siempre.
_ Eso está bien. Lo
importante es hacer lo que a una le guste. ¿Sigue yendo a su colegio?
_ No lo dejaría por nada del
mundo. Ya le he contado que de pequeña no pude ir por problemas familiares,
tuve que ponerme a trabajar muy pronto y cuidar a mis hermanos, así que aparqué
a un lado mi mayor ilusión. Los años fueron pasando, me casé y aunque no tuve
hijos, nunca encontré el momento de salir de aquella cárcel de ignorancia en la
que vivía.
Y fíjese, cuando menos
pensaba en ello, cuando lo creía todo perdido, llegó aquel maravilloso día que
nunca podré olvidar. Ya sabe, murió mi marido, mis pies y mis manos, me vi
perdida y sola. Pero una vecina que observó cómo estaba, llegó un día a casa y
me habló de un centro de Educación de Adultos que había en la zona, donde
además de aprender a leer y a escribir, te trataban con cariño y respeto y
podías compartir con otras compañeras una bonita relación de amistad.
Al otro día me arreglé y me
dirigí a aquel centro donde encendí la luz de la libertad que me faltaba desde
hacía mucho tiempo.
Desde que pisé sus puertas
no encontré otra cosa que cariño, amistad, conocimientos, unión y respeto. Y lo
más importante, salí de aquel pozo de ignorancia que me oprimía el alma. Porque
no hay mayor ignorante que aquel que cree que no lo es.
Su médico se quedó
reflexionando sobre aquellas sabias palabras y no pudo dejar de sonreír a
aquella paciente que tenía la mente más sana que había observado en todos sus
años de experiencia en la consulta. La vio alejarse lentamente pero su
sabiduría le daba la agilidad necesaria para seguir viviendo con gran dignidad.
Loli Pareja Tagua (marzo
2014)
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ResponderEliminarno encuentro nada
ResponderEliminarya me perdí de nuevo, después de haber escrito un comentario a LUZ DE LIBERTAD. M.Dolores
ResponderEliminarLo haré de nuevo, si me acuerdo, mañana, ahora ya es tarde, intentaré recordar lo que escribí. M.Dolores.
ResponderEliminarMira que tiene guasa,¡con lo bien que me quedó! y eso precisamente, no lo supe hacer. Por eso sigo probando. Hasta mañana si Dios quiere. A ver si dejo de fallar, en algo me equivoqué.
ResponderEliminarhola
ResponderEliminarPues sí que me equivoqué veces, seis nada menos. Pues lo voy a intentar de nuevo aunque haya pasado tanto tiempo.
ResponderEliminarMuy bonita y real tu historia. Veo reflejada en ella la vida de muchas de tus alumnas, incluyéndome yo en un futuro, quizás, no muy lejano.
ResponderEliminarTe FELICITO.M.D