sábado, 20 de febrero de 2016

Palabras silenciadas

En un pequeño pueblo del planeta Tierra, donde los habitantes se llevaban bastante bien, apareció un día un extraño comprador. Se presentó una tarde de primavera cuando el aroma a azahar bañaba el ambiente. Venía vestido con una chaqueta brillante, multicolor.  Los habitantes nunca habían visto a una persona tan peculiar. Además, los que atravesaban aquel pequeño pueblo normalmente se paraban para vender algo pero no para comprar. Se situó en medio de la plaza, donde los habitantes solían pasar los mejores momentos de charla y diversión, subiéndose en una plataforma y los llamó a todos con una voz aguda: -¡Habitantes de Armonía, he llegado desde muy lejos para compraros algo que poseéis en abundancia! Todas las personas que allí acudieron se miraban extrañadas pues no creían que poseyeran algo material que vender, es más, poseían lo justo para vivir y fruto del esfuerzo diario, ya que sembraban ellos mismos lo que después consumían. Pero lo que sí poseían era una gran armonía, compartían todo lo que tenían y nunca se enfadaban por nada. Mientras laboraban la tierra y sembraban sus productos se turnaban para cantar o contar alguna bonita historia que creaban al compás del trabajo. Todos los habitantes tenían curiosos nombres, algunos se llamaban como la patrona del pueblo, Armonía, y otros, Esperanza, Amor, Luz, Sabiduría, Paciencia, Virtud, Razón, Diálogo, Trabajo, Entendimiento, Generosidad, Deseo, Justicia, Equidad, Altruismo, Tesón… Poco a poco se fueron acercando y rodeando al estrafalario comprador. -Ya sé por qué os extrañáis, no quiero comprar verduras, ni animales, ni tierra. Lo que quiero comprar son vuestros nombres. – ¿Y qué nos darás a cambio? preguntó una mujer llamada Sabiduría. – Buena pregunta. Pues os daré nuevas semillas para vuestras tierras y tendréis la oportunidad de probar otras verduras y frutas que traigo de otras ciudades y países.
Los habitantes de Armonía no vieron descabellada la propuesta del comprador. Así que decidieron ponerse en fila para recibir las nuevas semillas. El vendedor les iba entregando los granos correspondientes a las letras que poseía su nombre. Cuando terminó de repartir las simientes el grotesco comprador se marchó contento por la maravillosa compra que había hecho. Al otro día todos los ciudadanos se disponían a plantar las semillas, pero vieron que entre ellos nacía la discordia ya que no todos tenían el mismo número, y la envidia, el recelo, la angustia, el odio, la desigualdad, la injusticia, la sinrazón, la desilusión, la ingratitud, el desengaño, la riña, el murmullo…se instaló entre ellos Al escuchar el alboroto se acercó una mujer llamada Memoria que había estado en el pueblo de al lado visitando a un familiar y que no había tenido la oportunidad de conocer al comprador. – ¿Qué os pasa? Parece que habéis comido algo extraño. ¿Qué ha ocurrido, Sabiduría? Nadie la escuchaba, ni siquiera la miraba pues sus nombres no existían. Como veían que no le echaban cuenta se marchó apesadumbrada. Qué podía haberles ocurrido para que tuvieran tan extraño comportamiento. Esto no había ocurrido nunca en Armonía. De pronto recordó la historia que le había contado su madre un día, cuando era pequeña, en el huerto. “Había una vez un mago malvado que quería poseer las palabras más hermosas del planeta, las iba coleccionando en un frondoso bosque, las tenía prisioneras sin poder usarse. Iba de pueblo en pueblo engañando a las personas, haciéndoles ver que esas palabras no eran necesarias. A cambio les entregaba las semillas del mal”. Llegó a su casa y reflexionó sobre lo que podía hacer para salvar a sus vecinos del hechizo del malvado mago. Preparó una talega con algunos productos para el camino y se dispuso a buscar al malvado mago. Nadie se percató que Memoria se alejaba sola por un abrupto camino que llegaba hasta un exuberante y frondoso bosque de álamos, abedules, nogales y gran variedad de arbustos. Cuando se encontró en medio de tan abundantes plantas, se sentó sobre un montículo de helechos frescos para descansar y degustar un trozo de queso y pan hecho por ella misma. Mientras comía le vino a la memoria las propiedades de cierta planta que su madre utilizaba, pero no recordaba con exactitud cómo se llamaba. Justo en ese momento algo se movió detrás de un gran árbol, probablemente un conejo, y de momento le vino el nombre del árbol, un ginkgo biloba, y lo tenía enfrente de ella. Se acercó cautelosamente pues no estaba segura si podía haber algún animal peligroso. -Hola, Memoria. Ella no sabía qué hacer. ¡De dónde había salido aquella voz extraña! – No te preocupes, no te pasará nada, te estaba esperando. – Pero, ¿quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre? – Soy el árbol de la memoria, por ello tu madre me utilizaba tanto. – Pero yo lo que necesito es recuperar los nombres de las personas de mi pueblo que alguien los robó. – Ya sé de quién me estás hablando, del malvado mago. Yo te ayudaré a rescatar las hermosas palabras que ha ido acumulando a lo largo del tiempo en una gruta de este bosque, no muy lejos de aquí, donde permanecen silenciadas. – Pero, ¿cómo podré conseguir liberarlas? – Aunque las propiedades de mis hojas sirven para recuperar la memoria, mezcladas con hojas de aguileña producen el efecto contrario. Allí justo en ese montículo donde estabas hay una. Memoria se acercó y cogió unas cuantas hojas. A continuación alcanzó otras del árbol de la memoria y que nunca olvidaría por la ayuda prestada, las troceó y unió con un poco de agua que llevaba en una botella. Con el elixir fabricado se dispuso de nuevo a buscar al mago y la gruta para salvar a las palabras presas. Caminó hacia el lugar que le había indicado el majestuoso ginkgo biloba. Llegó hasta una hondonada donde se abrían tres senderos, meditó un momento, miró a la luna y ésta alumbró el del centro. Pronto encontró huellas recientes, se dedicó a seguirlas hasta que las marcas le llevaron a una gruta. Justo sentado en una piedra había un extravagante hombre sentado. (Este será el malvado mago que me dijo el árbol). – Hola, buen hombre, ando un poco despistada buscando un camino que me lleve hasta el pueblo cercano. El mago que estaba un poco adormilado se levantó para atenderla. – Para el pueblo más cercano faltan algunos kilómetros, mejor sería que descansara y mañana con la salida del sol lo encontrará más fácilmente. Memoria se alegró al oír sus palabras. – Gracias, así descanso y como algo pues llevo algunas horas andando. Si no le importa puede acompañarme con estas viandas que traigo. El malvado mago se sintió halagado con el ofrecimiento pues hacía tiempo que no comía algo casero. Ella le acercó el queso y el pan. Al rato observó que llevaba también una botella con unas extrañas hojas. El sabor del queso y el pan le había dado un poco de sed, así que le preguntó si podía tomar un trago de aquella bebida, que suponía sería tan buena como lo que le había ofrecido anteriormente. Memoria rápidamente le acercó la botella y le alabó la elección que había hecho, pues se trataba de una bebida curativa para cualquier dolencia, sobre todo el cansancio. Al oír las palabras de la mujer el mago empinó la botella y casi se la bebió entera. De pronto observó que se quedó quieto y le preguntó: – Hola, ¿quién es usted? ¿Dónde estoy? Comenzó a andar y se alejó del lugar buscando no sabía qué. Memoria se acercó a la gruta y pudo comprobar cómo las palabras estaban pegadas alrededor de la cueva. Todas se alegraron al verla pues nadie antes se había acercado hasta aquel lugar oscuro y sin vida. Las fue despegando y llamándolas para que escucharan su sonido tanto tiempo silenciado. Las iba nombrando y todas se sentían alegres al recobrar su esencia. Cuando pasó delante del sabio árbol que le había dado la clave para salvar a sus amigas, notó cómo movía sus hojas en son de alegría y aplauso por devolver al mundo las palabras que habían desaparecido a causa de un malvado hombre que las coleccionaba para negarles su uso. En cuanto llegó al pueblo las palabras brotaban de su boca como río de ecos dulces y melodiosos que volaban hasta cada uno de los vecinos, de nuevo sintieron la paz y armonía que siempre había anidado entre ellos. El malvado mago corrió peor suerte pues el olvido se había apoderado de él y de su boca no salió ningún vocablo más.  Loli Pareja Tagua

2 comentarios:

  1. Este cuento lo escribí en honor a la belleza de las palabras.

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  2. Recuerdo que pusiste un trabajo para que escribiéramos un texto. Pero fue antes de esa fecha, pues entonces yo no estaba yendo a clase por motivos que ya conocemos.
    Sí, creo que se llamaba "Las palabras perdidas" o "El malvado mago" No sé en qué fecha fue, pero si me acuerdo muy bien del texto que escribí. En algún cuaderno lo tengo que tener, un día tengo que poner orden y ponerlos por fechas.
    Tu cuento precioso, como todo lo que escribes, con un despliegue y abundancia de palabras que solo pueden tener las personas profesionales y sensibles como tú. Enhorabuena!!M.D

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