LA MARIPOSA DE ALAS
ROJAS
Había una vez un jardinero que era capaz de construir
suntuosos jardines con bellas figuras de animales. Lo mismo hacía una jirafa
con verdes tuyas que una paloma de blancas azucenas.
Ocurrió que un día llegó a los oídos del rey Augusto, la
ingeniosa habilidad que tenía este jardinero.
Lucinda, la hija del rey, era una muchacha inquieta y
hermosa que se había hecho amiga de la hija del guarda de palacio. Juntas
pasaban el mayor tiempo jugando y hablando de sus ideales para el futuro.
Un día, que iban caminando por un puente cercano a palacio,
se encontraron con una señora que estaba sentada en el suelo. Rápidamente
Lucinda se acercó a ella y le preguntó:
Lucinda: ¿Qué hace ahí
sentada, buena señora?
Señora: Me he sentado a
descansar un poco, pues llevo algunos años caminando, buscando la mariposa de
alas rojas.
Lucinda: ¿Para qué la
busca?
Señora: Porque será la
que me lleve al lugar encantado donde las personas se convierten en plantas
vivientes.
Lucinda: ¡Qué hermosa
historia!, le dijo a su amiga Altea. ¿Podemos ayudarla a encontrarla?
Señora: Para mí sería
una gran alegría pues cada vez tengo menos fuerza-repuso la mujer.
Las dos amigas acompañaron a la señora por un angosto
camino de madreselvas y enredaderas. Caminando y hablando no se dieron cuenta que
la noche había envuelto con su manto gris toda la tierra.
Altea empezó a preocuparse por sus padres pensando que la
estarían buscando. Así que se lo comentó a Lucinda:
Altea: ¿No sería mejor
que nos volviéramos a palacio?
Lucinda: Si nos
volvemos dejamos a esta buena señora sola, buscando a la mariposa roja, con el
peligro de que se pueda caer en cualquier agujero.
La mujer que las estaba escuchando se acercó a ellas y les
dijo:
Señora: Estoy de
acuerdo con Altea, seguramente vuestros padres os estarán buscando y estarán
muy preocupados sin saber dónde estáis. Sería mejor que volvierais. Yo os
esperaré en aquella gruta mañana. Gracias, pequeñas, me habéis dado una gran
alegría pues hacía tiempo que no hablaba con alguien de vuestra edad. Sí, desde
que mi hija…
Lucinda no podía resistir el que alguien la dejara a
medias.
Lucinda: ¿Qué le pasó a
su hija?
Señora: Un día que fue
a la fuente por un cántaro de agua desapareció. Por más que la buscamos no
encontramos más que el cántaro.
Altea: ¿Y qué hizo entonces?
– preguntó muy triste Altea.
Señora: Pues empecé a
caminar y buscar, por todas partes, a alguien que me pudiera dar alguna
información sobre mi hija.
Lucinda: ¿Cuánto tiempo
hace que ocurrió?-preguntó impaciente Lucinda.
Señora: Ya van a hacer
cinco años. Mi hija podría tener ahora dieciséis años.
Altea: ¿Y por qué busca
la mariposa de alas rojas?
Señora: Porque cuando
encontré el cántaro que llevaba salía una gota de agua que me dijo: “Busca a la
mariposa roja, ella te llevará hasta donde está tu hija”. Y desde entonces no
he parado de caminar buscándola.
Altea: ¡Qué historia
más triste! Nosotras la ayudaremos a encontrar esa mariposa.
Las niñas volvieron a palacio pues estaba oscureciendo y
nunca se habían alejado tanto. Al otro día muy temprano salieron para acompañar
a la señora a buscar la mariposa de alas rojas.
Pero
ocurrió que cuando llegaron a la gruta no estaba la señora.
Lucinda sorprendida dijo a su amiga:
Lucinda: ¿Qué habrá
ocurrido?
Altea: Seguramente no
habrá tenido paciencia para esperarnos. Ella desea cuanto antes encontrar a su
hija – contestó Altea.
De repente salió de la gruta un fuerte viento que
arrastraba todo lo que encontraba a su paso. Las niñas se abrazaron para que no
las llevara el viento. Mas todo fue inútil, salieron volando, al igual que las
hojas, a través de un pasadizo que había en la gruta. Rápidamente se
encontraron en un hermoso jardín convertidas en dos hermosos cisnes de blanco
azahar.
Mientras, en palacio, comenzaron a preocuparse por la
desaparición de las niñas. El fiel servidor que el rey había mandado para que
trajera al mago de las flores, no se había enterado de la noticia porque le
pilló de camino.
Estaba descansando cuando vio desde lejos una hermosa
mariposa roja posada sobre las flores blancas de una esplendorosa adelfa. Se
sorprendió al comprobar que sus alas tenían forma de abanicos y en las puntas
se apreciaban como gotas de un transparente rocío.
Atraído por esta bella imagen, nunca vista, se acercó para
comprobar mejor el brillo que tenía en los filos de sus fantásticas alas. La mariposa alzó el vuelo al notar su
presencia, pero parecía que quería que la siguiera porque iba dejando un
sendero brillante a través del camino por donde volaba. El apuesto muchacho
comenzó a seguirla y se adentró en un extraño jardín todo lleno de hermosas
figuras florales con forma de animales.
De repente, la mariposa se posó en una paloma hecha de embriagadoras rosas
blancas.
El muchacho se acercó para poder comprobar de cerca tal
maravilla, entonces la mariposa desprendió unas gotas de sus alas en las manos
del joven, el cual acarició con delicadeza aquella paloma. Inmediatamente la
paloma se fue transformando en una bella muchacha.
Muchacha: Gracias por
haber quitado mi hechizo.
El servidor del rey quedó sorprendido ante lo que estaban
viendo sus ojos.
Muchacha: Llevaba
varios años convertida en paloma. Todas las figuras que estás observando están
encantadas, todas corresponden a personas que han sufrido el hechizo del mago
de las flores.
Joven: ¿Cómo podríamos desencantar
a estas hermosas figuras? – Preguntó el muchacho algo preocupado por la mala
suerte que habían tenido todas aquellas personas.
Muchacha: Tenemos que
conseguir que la mariposa roja esparza su delicado rocío sobre todas las
figuras, como tú lo has conseguido conmigo. Pero ahora escondámonos para que el
mago no pueda encontrarnos y nos vuelva a hechizar.
El joven comprendió que este mago era al que venía a buscar
para llevarlo a palacio. Gracias a la mariposa de alas rojas había desentrañado
el secreto de tan perverso jardinero.
Estaban detrás de dos hermosos cisnes cuando la mariposa se
acercó a ellos de nuevo, derramando sobre sus manos su preciado rocío.
Rápidamente posaron sus manos sobre los
cisnes y aparecieron las dos amigas.
Lucinda: Mira, Altea,
esta debe ser la muchacha que buscaba la señora.
Muchacha: ¿A qué señora
os referís?
Altea: A aquella que
aparece del erizo de verde yuca.
El muchacho acababa de acariciarla con el transparente
rocío de la mariposa y había aparecido la señora que les contó tan triste
historia.
Madre e hija se abrazaron, no sin antes agradecer al joven
lo que había conseguido.
La mariposa fue desencantando a todas las figuras florales,
quedando el jardín mustio y triste.
Al jardinero lo llevaron a palacio pero el rey mandó que lo
metieran en una habitación de la torre hecha de piedras donde no pudiera
acercarse ni oler ninguna flor.